Dos poemas

Andrés León Miche
5 min readJun 17, 2020

Perdido en la casa

1

Perdido en la casa
cree tejer un hilo hacia afuera.
Mira los árboles que suben por Humberto 1
ocre y rojo y marrón
tres cabezas señoriales y ordenadas,
sobre los edificios que parecen una cinta brumosa
pero que siempre están ahí
cambiantes y movedizos.
Hay en las ventanas encendidas,
un espacio para llenar con palabras,
salvo que una lámpara de lector brille
cambiando la posibilidad
del sentido unívoco y la distancia del relato.
Mientras piensa, sería adecuado tener una maqueta en la sala
perros diminutos, autos detenidos,
paseantes, él mismo parado en un plano reducido de la calle donde vive
como un simulacro para calmar la ira
cuando el agua sube hasta el cuello.

Perdido dice,
en su propio lugar
en su propia casa,
en su propia duda,
un diagnostico intransitivo,
transitivo, dudar, dudaba, perdido:
una red de arrastre lo lleva,
invariable, intangible,
tejida por diez o doce muertos
cada uno ya con sus perfiles minados,
cada año más opacos
más borrosos, más inofensivos
la marca de los dientes roída y gris
puesta a brillar en el jardín,
una imagen que lo direcciona y lo confunde.

2

Pero de pie también se duerme:
o se sueña indefenso
cavado en el aire blanco
con las mangas recogidas
suben hacia él los restos de la tarde
la luz artificial, los motores
los ruidos del pasillo,

las alarmas del edificio,
como un tren antiguo y macilento
que corre afuera de todo
porque está parado en el vacío del futuro
en un ejercicio de nombres y de caras
lanzados a un fuego verdoso
que carcome con lentitud y brasa.
De pronto el parlante se enciende y corta el pensamiento
la vieja forma de vivir con música
para evadirse del mundo.
Las plantas retuercen sus hojas
delicadas imperceptibles en su experiencia
lo inmaterial las alumbra las sacude,
el sonido lanza un brillo sobre las cosas
algo ha cambiado de lugar
hacia atrás, hacia adelante, hacia una parte desconocida que alivia
como si hubiese una o varias líneas vitales posibles
abriendo el trayecto que dura este sueño
o el intervalo de este lenguaje,
lo que vibra está sumergido en la voz
es eso que viaja depositado en el aire
eso que hay que descubrir y proteger y pensar otra vez.

3

Ahora se mueve y no se mueve
busca una dirección en su cabeza
que haga juego con las líneas de las estrellas
empuja la voz hacia afuera
pero no puede
no sólo porque el registro es altísimo
sino porque sencillamente no puede alcanzar la nota que piensa.
O porque se ve ridículo y triste en el reflejo
bajo una suerte que nunca empuña
como una moneda recién acuñada en el vapor
que no cae ni de un lado ni del otro
pero que ahora metida en una saco que le regalaron hace años
brilla como un salmo recordado.
Pero esta vez se detiene en otra cosa,
y no aquella que siempre se cuenta del mismo modo,
el verano que paso fingiendo que se curaba
recostado en las rocas,
su cuerpo se había secado de golpe
como un caparazón en la arena,
aunque sería necesario apuntar que todavía tiene predilección
por la carne salada y el vino
su cuerpo decía, era de pronto un cuero reseco
revivido, recompuesto y luminoso
entonces vuelve el vibrato, la variación y el pasaje final
algo cambia y se alegra,
piensa que debería tirar cartas,
poner orden, limpiar,
mientras baja por la calle
una moto a gran velocidad que lo distrae
que parece mover levemente la posición de las plantas
que desde el suelo parecen llamarlo.

4

Ha dejado que el viento se colara en las hornallas, jugando en el azul sucio y quemado. El agua hierve, sube, una rama delgada y homogénea que se expande, un seto poroso que se funde con los graves de la calle todo ha quedado entreverado en el aire, todo es un camino que hay que abrir,

esta cualidad no es nueva sino más bien antigua,
igual que la desesperación, igual que el hambre, pero cuesta tanto que aparezca.

Pasea
cree estar despierto
o haber despertado,
es a su modo todo, cadáver, fantasma, doble
una materia oscura y ambigua
de pronto algo cede en la variación de los tonos
en los imanes, en las fotos, en los papeles
los saltos que hay de unos a otros
y de cada uno en uno mismo,
la distancia que separa los amarillos de los rojos
los naranjas de los violetas,
los verdes oscuros del negro y del gris metálico
todo ese juego ha logrado asombrarlo.

Abajo los autos son olas espaciadas,
las voces que suben son colchones de música
la llama continúa encendida,
provocando un pitido cada vez más agudo,
cambia de humor, de pronto soporta todo sin ningún problema.

*

El bar y La máquina flujo

1

Más abajo están los bares
abiertos hasta tarde, un camino dispuesto y generoso
bajo una luna oxidada y maloliente
un equinoccio de moscas, mesas de plástico y ceniceros.

Parece extraño que no haya un centro evangélico en la cuadra,
salvo que contemos el residencial de lujo.

Encerrado tras el muro, con esos árboles siempre repletos, una vida insuperable y limpia.

En cambio, si se trata de apatía y lujuria, hay tres edificios nuevos que parecen tres cruceros hundiéndose, salpican lucecitas y terrazas, ventanas y terrazas, gente joven que quiere ser adulta.

2

El decorado del bar se compone de unas palmeras dibujadas en la pared y de unas botellas de colores baratas.

En el bar hay varios hombres, W y H y L sedientos como canales de tv
unidos por alguien que pagará todas las vueltas hasta que termine la estación, algo que dejará a los tres con el culito arrugado.

W parece pensativo, toda la noche bordando esta cosa de nada.
Paraguayitos, singapures, malayos, acercando los hombros a la rueda gigante, moviendo los palos de billar del verano, una fetidez dulce y desnuda.

H y L tienen la mirada clavada en el televisor mientras escuchan lo que pasa en la mesa de al lado, están tirando el tarot. A ambos les gusta escuchar el relato, a ambos les parece sensual escucharlo con las imágenes en mute.

No tienen otro motivo que buscar la claridad, aunque parezca lo contrario. Siempre se puede volver a comenzar por mas falsa que sea la visión.

3

La máquina flujo nunca deja de hacer orquídeas y médiums.

Ese parece su deber y razón eterna. Y aunque su deber y razón causen el desastre, La maquina flujo siempre estará ahí.

4

De pronto nace la palabra Presente, como una anémona del fondo del agua. Algo que parece una competencia menor para La máquina flujo, casi una anomalía de su propio sistema: sin embargo, Presente está llena de amor en sus genes. La palabra Presente quiere ser la palabra Presente, sin ego ni gratificación, como un círculo opaco dispuesto a flotar entre las luces del entretenimiento.

5

El fondo de la calle está allí ahora, vacío y tranquilo, encerrado en su centro de partículas y electrones, presionando todos sus costados.

Una cortina de agua empieza a bajar con suavidad, el bar no quiere apagar sus luces. W y H y L están sentados frente a un patio blanco. Una serie de fluidos los componen, vaciándolos para formar otra cosa. La máquina flujo no se apaga, aunque es evidente que ha bajado su densidad. Alrededor de la palabra Presente hay una serie de cuerpos ahora: los expulsados de la vida y del llamado trabajo.

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