Andrés León Miche
5 min readNov 25, 2022

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El canto como forma de vida, una conversación con Fer Henry

Buscar el canto, buscar una caja para domar el canto, para que salga, hacer con la voz la ondulación de un caballo alado, un grito profundo que sube para luego hundirse en la tierra, o que viene de la tierra y se va trepando bajo la forma de una montaña, bajo la forma de un pájaro que vemos desaparecer desde la ventana. Pero, ¿qué tipo de instrumento es una caja?, ¿una especie de tambor que acompaña una voz hecha de raíces y yuyos?, ¿un redoblante que desprende polvo y piedra mineral como un bajo secuenciado que forma círculos invisibles?, ¿qué tiene de especial una caja que no tenga un redoblante, una chancha, un repique?.

Fer Henry acaba de terminar de grabar su noveno disco, entre otros proyectos musicales que acompaña. Hace más de veinte años que es así: un compositor creativo y ansioso, un artista terco y trabajador, obsesionado con la investigación musical y sus posibles mixturas. Interesado en poner a dialogar ritmos y territorios tan distantes como la baguala y el hardcore, o la zamba y la psicodelia de los sesenta. Bajo esa confianza en el valor de hacer canciones no pasa tiempo sin grabar, salir a tocar, armar grupos y desarmarlos para formar otros. Al mismo tiempo escribe y pinta, da clases de guitarra, diseña tapas de discos, hace feria con materiales que consigue en sus expediciones, se gana la vida con el camino que eligió.

Nos acomodamos en la mesa, hacemos que empezamos de nuevo, pero ni bien aprieto el círculo rojo seguimos sobre la misma charla. Fer me cuenta que consiguió la caja en Lomas de Zamora, que siempre que viaja a Bs As busca el instrumento, esta vez por fin lo trajo. Por intermedio de bandas amigas como los Niños envueltos y Chancha vía circuito se pudo traer una caja recomendada por Míriam García, alumna de Leda Valladares, docente y divulgadora de la investigadora y poeta argentina. Fer dice que conoció su obra a través del rock hace más de quince años, sumado al folclore que escuchaba desde niño y que empezó a incorporar en la adolescencia. Pero Leda, no es solo la figura central para comprender el fenómeno expresivo de una cultura o el acercamiento a la baguala, la vidala y otros cantos tradicionales que él busca cuidar. Es ante todo la poeta que lo ayudó a incorporar un lenguaje y un modo de decir. Una especie de maestra que maneja conceptos como “lo ancestral”, “lo cósmico”, “lo sideral”, palabras que Fer utiliza en su trabajo y que intenta desarrollar hace años.

El último disco de Fer es ecléctico, resume sus trabajos anteriores y su búsqueda a través de tantas grabaciónes. En el caso de las canciones de raíz folclórica es una investigación orgánica y amorosa que ha venido apareciendo desde su tercer disco, pero sobre todo a partir de un disco llamado “Los pájaros prehistóricos”. Esa necesidad de recostarse en el canto antiguo y tradicional, es una forma que termina decantándose en el tono de los textos, un decir profundo, “una necesidad dice Fer” que parece ir enramando los géneros y las disciplinas. Canto, lenguaje y música en una misma masa. Cómo si el legado de recuperar la tradición de los pueblos se haya hecho inconfundible o inseparable de la herramienta poética. Todo aparece empastado en la palabra, arraigado en la concentración de la poesía como núcleo que amalgama los cambios. No importa qué tipo de sonido esté en el aire: blues, harcore, balada, canción pop, músicas con charango donde resuena una zamba y una baguala, ese camino que cruza a Yupanqui con Syd Barrett y al Dúo Salteño con el flower power. Todo eso está sostenido por la búsqueda de un lenguaje abigarrado que le da consistencia a su trabajo.

El camino se aleja y se acerca, se abre y se cierra, se reinventa con cada giro que la mirada intenta sostener sobre las historias y los territorios de las músicas tradicionales que todavía resisten. Recuperar territorios y cantos es recuperar memoria, poner a dialogar pasado y presente, tratar de entender qué somos, qué queremos ser, qué hemos hecho para construir nuestra identidad, y qué tipos de conflictos tenemos que desandar para iluminar un presente atomizado, concentrado en los cambios tecnológicos y apoyado en la era de la información y la digitalización de la vida cotidiana. Un encadenamiento de dispositivos que ya sin asombro pero sin resignación han cambiado nuestra subjetividad y nuestra condición de sujetos colectivos.

Fer me cuenta sobre su estudio del charango a partir de su acompañamiento de la banda Tohorá desde hace más de diez años. Empieza como un guitarrista que traspasa sus nociones a otro instrumento y termina en el estudio de grandes charanguistas. De chico, cuenta, se sentaba a mirar las manos de otros músicos para ir sacando figuras y técnicas. Son cosas que les transmite a sus alumnos en las clases, pasajes y vivencias del aprendizaje autodidacta intercalado con el estudio de los años. Ese rasgo de mezclar investigación, estudio y asimilación de géneros en el tránsito de ir haciendo y haciendo es uno de sus rasgos centrales.

Fer se entusiasma con la producción y los invitados que tiene su último trabajo, cree que resume toda su trayectoria y la búsqueda que ha intentado hasta acá. Es un disco que espera salir en unos meses y que pasará porque luego vendrá la insistencia de otro pujando detrás. Desde que lo conocí han pasado una cantidad de bandas en el medio, bautizadas con referencias a los Beatles o Violeta Parra, a la India o Malvín norte, a grupos que lo formaron. La charla sigue pero me guardo unos minutos para escuchar solo, así dejo un misterio que revelar para más adelante.

Cantar es ser parte de una red de voces sin freno, un sonido quebrado que todo el tiempo está recomenzando, como una caravana en pleno diálogo o en pleno campo de batalla. Un espejo que tiene el valor de mirarse a sí mismo para salir a la penumbra o desde la penumbra, aunque el tiempo parezca diluirlo en la velocidad y en las luces de un gran espectáculo que muchas veces es solo eso, un conjunto de luces y una masa de sonido.

Cantar como forma de vida y cantar por cantar nomás.

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