En busca de la voz desnuda: una conversación con Diego Presa

Andrés León Miche
11 min readFeb 9, 2021

El domingo 6 de diciembre del año pasado, Uruguay se despertó con el fallecimiento del ex presidente Tabaré Vázquez. La noticia, que se esperaba desde hacía un par de semanas, corrió como un reguero de pólvora por un sinfín de medios: noticieros, redacciones, radios, páginas web, y por supuesto redes sociales. Sobre la noche, luego de una gran despedida, se decretó un duelo nacional de tres días que provocó la suspensión de espectáculos públicos, entre ellos la presentación de ¨Cuarto¨, el último trabajo de Diego Presa. Sin embargo, apenas unos días después, la voz del cantautor reapareció bajo la forma del papel. Presentado por la editorial Pez en el hielo, ¨Desviaciones¨ es su segundo libro de poesía. De esta forma los oyentes se convirtieron en lectores de una voz que ya conocían pero que todavía no habían leído. Y al disco (si es que todavía se puede hablar de discos) le creció una especie de hermano dialógico, o de habitación contigua por donde seguir mirando el mundo, pero bajo otro lenguaje, un lenguaje que precisa del silencio. Sobre esta vieja búsqueda y muchas otras cosas hablamos con Diego Presa.

*

Hace un tiempo que sos alguien reconocible dentro de la canción de acá, que tiene visibilidad, y que ha decidido ocupar un lugar específico, alguien que tiene una toma de posición frente a cómo hacer canciones. Además, sos alguien que trabaja mucho, que tiene varios proyectos en simultaneo, quiere decir que has podido desarrollar varios caminos a la hora de hacer canciones. ¿Cómo se encarna este nuevo espacio, dejar la voz sola, sin poner el cuerpo, eso tiene que ver con el título, hay un desvío del lugar habitual?

- Es cierto que una de las líneas conceptuales de ¨Desviaciones¨ tiene que ver con el cambio de lugar; hay un cambio de lugar desde donde se dice. Lo que pasa es que yo empecé escribiendo, antes de componer canciones escribía poesía. Empecé al final de mi adolescencia y fue el primer lugar en el cual me reconocí. Después de un tiempo empecé a musicalizar las cosas que escribía, pero ese periplo comenzó después. Así que el espacio más puro de la poesía viene desde la adolescencia, es anterior.

- ¿Cómo fue esa relación de formación con la poesía, qué empezaste leyendo, qué poetas te formaron, a qué poetas volvés, porque el libro tiene un tono directo, casi confesional, algo desnudo y descarnado, te parece?

- Si, puede ser. Yo empecé a estudiar guitarra a los dieciséis años. Mi profesor fue Hugo Giovanetti Viola que además es escritor y poeta, con una trayectoria larguísima. Y Hugo una de las cosas que hacía era acercarnos a su universo. Charlábamos sobre su oficio, nos acercaba lo que hacía. Así, de una manera muy generosa y muy atinada en la forma que se relacionaba con un adolescente, porque yo era un adolescente, de a poco empezó a pasarme autores, mismo en las clases de guitarra y al final charlábamos, me prestó desde Dylan Thomas a Bukowski. Y ahí se me despertó un mundo posible, otra manera de estar en el mundo posible, que creo, me salvó de la locura. Encontré el lugar en el cual podía estar a salvo del mundo. Enseguida empecé a leer vorazmente poesía. Porque yo leía desde niño, pero no poesía. Porque de alguna manera uno tiene que aprender a leer poesía, no se lee de la misma manera que otras cosas. Así que Hugo tuvo una función fundamental en mi formación. Él y la gente que lo rodeaba en su taller literario, era todos más grandes que yo. Fueron todos muy generosos, muy pacientes. Era un ambiente muy estimulante para aprender a leer, para empezar a escribir, para poder encontrar una voz. Y bueno el primer libro lo escribí ahí, en ese ámbito. Lo edité cuando tenía dieciocho años. Con la generosidad de ese grupo y de Hugo.

- ¿Iban los otros poetas de Buceo?

- Marcos empezó a ir un poquito después, Santiago también, el Bola iba (Álvaro Bassi). Empecé yo, pero aquellos se fueron arrimando y compartimos ese espacio. Una cosa interesante que tenía Hugo es que ninguno terminó escribiendo como escribía él. Nunca fue su intención y por suerte cada uno fue buscando su propia voz. Para nosotros fue muy impactante. Lo veíamos como un veterano que podía acercarte desde Henry Miller, al Poeta en Nueva York de García Lorca, a Cesar Vallejo, mucho Vallejo. Y después edité ese libro y lo guardé por ahí y empecé a trabajar las canciones, me dediqué a eso. Pero era un espacio al que de alguna manera siempre volvía, siempre escribí. Los últimos años junté textos que no eran canciones, que tenían otro registro y que no podían convertirse en canciones.

- ¿Cómo es tu relación con esa tensión, la de escribir canciones, pero al mismo tiempo escribir poesía?

- A veces la estructura y el tono del texto cierran sobre si mismo y no hay nada que agregarle, ahí la música no tiene nada que ver. Es una estructura cerrada que no necesita nada. Puede que tenga una música interna pero silenciosa. Muy pocas veces me ha pasado de musicalizar un poema mío. Sí de Marcos o de Santiago, pero no mío. Son universos similares, pero los reconozco como distintos. Yo no tengo una formación académica, no estudie letras. Mi acercamiento es desde la lectura, de la necesidad imperiosa de escribir. Si reflexivo, pero no basado en lo académico. Es un acercamiento desde lo intuitivo. Y después hay otra cosa, hay algunas referencias musicales, cantautores, músicos y músicas que están muy relacionadas con el mundo poético o con el mundo de los poetas. Pienso en Patti Smith, en Leonard Cohen, en Darnauchans. Bueno, Darnauchans llegó a editar textos poéticos, pero tenía como una especie de prurito al cruzar esa línea porque era muy autoexigente. Pero para mí sus canciones son de un nivel poético superlativo. Ahí está lo que hablábamos hoy, el cruce de mundos, pero que en él hay una tensión, un peso poético en sus canciones que no hay en otros en la canción uruguaya. Son referentes, Leonard Cohen y sus canciones y su camino, Patti Smith con la cuestión escénica y performática, y otros tantos. La poesía siempre la sentí cercana a la música que a mi me gustaba, a la música que yo quería hacer, era un lenguaje que no estaba reñido con el rock. Si por un lado yo era muy lector, también la música que más me conmueve tiene un peso poético fundamental.

- El libro está dividido en siete partes. En el medio se pueden encontrar preguntas, cuerpos, animales, está la noche, la sensualidad, el paso del tiempo, la muerte, el desamparo del mundo, la perdida, pero también la belleza. ¿Cómo fue la elaboración del libro, da la sensación que hay cosas de varias épocas aunadas por varias preocupaciones que terminan en un estilo, una voz confesional y otra que intenta mirar hacia afuera?

- La escritura es algo que me domina. No puedo estructurarlo en mi vida cotidiana, no he podido. Es una necesidad creciente y en algún momento es preciso parar y escuchar esa voz. Muchas veces me pasa caminando, que termino memorizando, y caminando voy elaborando cosas, me gusta mucho caminar la ciudad. Lo voy repitiendo de memoria y cuando llego a casa un par de horas después lo bajo al papel. Me pasa lo mismo con las canciones, no puedo decidir yo el momento.

- ¿Es como una voz, o arranque, que tiene que ver con un estado de ánimo o no? Porque hay unos poemas muy desde el yo. Pero también hay una mirada que se va hacia afuera, que intenta mirar la ciudad, que intenta narrar el lugar, que está atenta a algo que está pasando y al mismo tiempo hay un entrar y salir de ciertos espacios.

- Tiene que ver con estados de ánimo, pero que son muy difíciles de definir. Es como un llamado interno de algo que se va decantando. Creo que hay una necesidad de encontrar una función de lucha contra lo efímero y la voracidad el tiempo. Como una necesidad de traducir experiencias cotidianas o interiores, o del entorno de todos los días, de los afectos, las personas, las conversaciones, destellos de belleza y tratar de transmutarlos en lenguaje, transferirlos a un lenguaje que trascienda, que pueda detener la voracidad del tiempo. Y al mismo tiempo tratar de ordenar un estado interior, un fuego, algo que esta sucediendo que uno no entiende, un deseo, lo que sea, y también una necesidad de captar y traducir un instante de belleza. Con todo lo terrible que sabemos es la belleza, que es algo que nos conmueve y que nos saca del adormecimiento cotidiano y permite conectar con alguna estructura u ordenamiento que desconocíamos o que no habíamos captado.

- Hay un momento del libro donde alguien dice ¨nunca nadie nos obligó a dar la vida por el otro¨. ¿Crees que todavía la poesía y la música son actos de resistencia, y al mismo tiempo formas de entrega total?

- Si, para mi es una tarea fundamental. No me quiero acercar a una noción de heroísmo porque sería una tontería. Pero si decir, yo estoy haciendo esto y lo quiero hacer bien, no me puedo engañar. Tengo que ser fiel a lo que estoy haciendo. Es lo que te decía hoy, fue un espacio que encontré y me mantiene vivo, me mantiene sano. Trato de ser fiel a ese llamado. No puede estar teñido de estrategias.

- ¿De poses estéticas?

- Exactamente. En ese sentido soy excesivamente cuidadoso. Y rompe huevo. Es un poema que habla sobre mis amigos. El sentido de la amistad, el sentido del encuentro con mis amigos y amigas es una de las experiencias vitales mas fuertes que viví, de alguna manera ese poema trata sobre ese milagro.

- Hablemos de la tapa. ¿Cómo surge esa imagen tan fuerte, me inquieta?

- Yo hace años que trabajo con Sebastián Santana. En casi todos mis discos hemos trabajado juntos. Somos muy amigos, conversamos sobre estas cosas. Llegó el momento de plantearnos la tapa. Le había pasado los poemas, leyó el libro, bueno. Y me propuso algunas fotos, pero me dijo esta es la que me gusta. Y estábamos de acuerdo. Es una foto que él sacó en la casa de Rodin. Pero no es una escultura de Rodin, sino que parece que Rodin compraba antigüedades. Así que debe ser algo romano, de los primeros años de nuestra era, no sé exactamente el origen, habría que preguntarle a él. A partir de unas charlas, yo sentí que había que intervenir la foto, y fue a partir de una superposición de algunas fotos y de algunas técnicas que usó él que quedó la tapa.

- Tiene una carga muy fuerte.

- Si, ha generado reacciones. La mayoría positivas. Pero también hay gente que me dijo que le había impresionado y que no podía soportar demasiado verla. A mi me encanta la tapa, me pareció que tenía mucho que ver con lo que quería decir.

- Hay un poema que se llama ¨Desviaciones místicas¨ donde alguien ve otra vez la belleza y la respiración del mundo. ¿En qué cree Diego Presa en este momento tan oscuro, tan confuso? ¿Seguís creyendo en las mismas cosas?

- Yo creo en las mismas cosas que ese adolescente que empezó a escribir. Me emocionan los mismos símbolos. Hay cosas que me siguen conmoviendo. Digamos, en general, mucha gente catalogó la música que hacemos con Buceo Invisible, nuestras canciones, como oscuras, yo nunca sentí que escribiera de esa manera. No hay una búsqueda de la oscuridad per se, ni la búsqueda de un estado de ánimo particular. Yo soy un tipo que cree básicamente, y que elige creer. Básicamente eso.

- Mientras leía el libro puse el último disco un par de veces. ¿Pensás que hay una relación inevitable?

- Creo que sí, que están vinculados. Como dijiste hoy, es cierto que hay poemas de distintas etapas, de muchos años, diez años o quince años atrás. Pero la mayoría son de los últimos tres o dos años y del último año. Así que de alguna manera están relacionados a las canciones de ¨Cuarto¨. Creo que hay un juego de espejos. Y que funcionan como dos partes de una mirada si se quiere.

-Hoy cuando veníamos caminando te decía que Gonzalo Baz me contó que le pidieron tu libro desde Rivera. Me pareció una victoria, algo medio milagroso. ¿Qué te parece eso?

- Si, me encanta. Pasa que en cada uno de los lugares a donde fuimos con El Astillero, o a donde fui yo solo a tocar, he encontrado un interés, una avidez por la poesía o por la música de autor, claro que grupos minoritarios, pero mucho interés por diferentes manifestaciones no mainstream de la cultura que a veces era una avidez desesperada. En Rivera conocí poetas en actividad constante, en Treinta y Tres igual, en muchos lugares. Creo que es un muy buen momento de la poesía acá en Uruguay, claro que uno conoce más lo que pasa en Montevideo. En el camino de los perros, la poesía performática, hay un interés por la lectura y por compartir, instancias donde la poesía es el centro. A mediados de los 90, cuando empecé a escribir, el panorama era mucho más desolador.

- Eso te iba a preguntar, en la parte del libro que se llama ¨Yacimientos¨ hay algunos poemas con fecha de los años 90 o que parecen tener esa fecha. ¿Cómo vuelven esos años de juventud, cómo era escribir en esos 90, no eran años fáciles, está el mito de la generación post dictadura?

- Bueno, esto fue una etapa posterior, digamos que fue después de la explosión. Qué acá fue una explosión asordinada en Uruguay, no fue ni el destape español ni la primavera alfonsinista. Fue una primavera más paulatina y triste. Después de eso vino una etapa de mucha tristeza y mucho desencanto. Fue una época muy desértica para nosotros. Estábamos muy rotos. Yo creo que fue una década jodida para nosotros. Reinaba el desencanto. Creo que éramos un colectivo quebrado.

- Fuiste de los que no compraron la noche, las discotecas, los boliches como espacio que le habían vendido a la juventud o adolescencia.

- Si, a mi me costaba mucho todo eso cuando era un guacho. La noche tenía un peso que me partía en dos. No podía soportar el peso que tenía la vida nocturna. Me atravesaba. De grande lo aprendí a disfrutar y a convivir con lo que sucede en la noche. Pero lo que te decía también, por un lado estaba la sensación de desencanto y por otro lado estaban los descubrimientos: el amor, lo sexual, mi formación, años 93, 94, 95, fueron años de vivir experiencias formativas, mi educación sentimental, emocional y vocacional está marcada por esos años. Son años que tienen una fuerza especial, aunque no tengo nada de nostalgia. Me siento bien ahora, aunque haya vuelto a esas experiencias formativas ahora.

- En el libro hay una preocupación por el cuerpo, por la sensualidad, por el sexo. En tus canciones también. En un mundo donde estamos muy expuestos, donde la sexualidad es algo prefabricado, ¿Cómo encaras esa preocupación?

- Es una fuerza fundamental. Y sobre todo en los últimos años. La dimensión del cuerpo, la dimensión del deseo, me parece un vector inevitable, importantísimo. La sexualidad se ha convertido en un nicho de consumo. Hay algo que a mí me obsesiona y tiene que ver con recuperar el carácter sagrado de algunas cosas, de la música, de la palabra, del cuerpo. Hay una manipulación que tiene que ver con nuestro sistema económico y con el consumo, son cosas que se manipulan. Recuperar el sentido sagrado de ciertas cosas, y cuando digo sagrado no me estoy refiero a lo sagrado del matrimonio. Sino a lo sagrado del exceso, a cierto carácter, a la relación y la posibilidad de acceder a una dimensión distinta a través de la meditación, de lo sexual, del contacto con nuestras emociones más profundas.

- Volves a tocar en La cretina, y también quedó para adelante la presentación del disco, ¿Cómo te ha llevado la pandemia?

- Bueno, acá coincidieron dos cosas. Un cambio de gobierno con la pandemia. No ha sido fácil. Lo que hice fue concentrarme mucho en el trabajo hacia adentro. Pude terminar este libro, terminar este disco, compuse otro grupo de canciones que las voy a tratar de grabar este año, trate de concentrarme en eso. Las cosas que no pude hacerlas traté de no pensar demasiado en ellas y punto.

- ¿Sos un poco obsesivo con el laburo?

- Si, me he transformado en alguien que está trabajando casi todo el tiempo. Disfruto mucho del trabajo. Cuando se suspendió lo del Solís, por la muerte de Tabaré Vázquez, hubo un par de días que tuve una ansiedad corporal que me golpeaba contra las paredes, no sabía qué hacer, así que compré un whisky y me fui a lo de Willy (Guillermo Wood), pero una cosa que me salvó fue que salió el libro unos días después. Cayó justo.

--

--